¿Sabías que muchas partes del aparato reproductor femenino llevan nombres masculinos? Y no porque pertenezcan a ellos, sino porque fueron hombres quienes las describieron… o al menos eso creyeron hacer.
En plena pelvis femenina, ahí donde ocurre la magia de la vida (y también muchas injusticias médicas), encontramos restos de una medicina con nombre de patriarcado: trompas de Falopio, glándulas de Skene, folículos de De Graaf, punto G… ¿Seguimos?
Medicina hecha por hombres, para hombres
Durante siglos, las mujeres fueron excluidas de la ciencia y de la medicina. El estudio del cuerpo humano –y especialmente del cuerpo femenino– estuvo monopolizado por hombres, que solían dar su propio nombre a los descubrimientos anatómicos.
La paradoja es que estos nombres se siguen usando hoy en día, aunque desde 1895 se desaconsejan en el ámbito médico oficial. ¿Por qué? Porque no explican ni la función ni la forma. Y porque dan la sensación de que el cuerpo femenino sigue siendo territorio conquistado.
Nombres que no cuentan nada… salvo quién los descubrió
Aquí van algunos de los más conocidos:
- Trompas de Falopio
Gabriele Falloppio, anatomista italiano del siglo XVI. En realidad, se llaman trompas uterinas y son los conductos que comunican los ovarios con el útero. - Glándulas de Bartolino
Gaspar Bartholin, anatomista danés del siglo XVII. Se encuentran a cada lado de la abertura vaginal y segregan líquido lubricante. El nombre correcto sería glándulas vestibulares mayores. - Glándulas de Skene
Alexander Skene, ginecólogo escocés del siglo XIX, reconoció públicamente no saber muy bien para qué servían. Se sitúan junto a la uretra y ayudan a lubricar y proteger de infecciones. También se llaman glándulas periuretrales. - Folículos de De Graaf
Regnier de Graaf, médico holandés, pensó que estaba viendo óvulos y en realidad observaba los folículos que los contienen. Hoy se conocen como folículos ováricos. - Conductos de Gartner
Hermann Treschow Gartner, anatomista danés. Son restos embrionarios del conducto mesonéfrico que a veces persisten en la vagina o el útero. Aunque suelen ser asintomáticos, en ocasiones pueden formar quistes. - Punto G
Ernst Gräfenberg, ginecólogo alemán que en los años 50 describió una zona especialmente sensible dentro de la vagina. Hoy se cree que se refería a la raíz interna del clítoris, y la existencia del “punto G” sigue siendo motivo de debate.

¿Y si los renombramos?
Hace un tiempo, la artista y hacker chilena Klau Chinche propuso poner nombre a estas partes del cuerpo con una mirada feminista y descolonizadora. Por ejemplo: glándulas Lucy, Betsey y Anarcha, en honor a tres mujeres esclavizadas que fueron utilizadas para experimentos ginecológicos por el médico James Marion Sims, considerado durante mucho tiempo “el padre de la ginecología moderna”.
Renombrar también es reparar
Poner nombre es una forma de poder. Dejar de usar nombres de hombres en órganos que nunca tuvieron también es una forma de visibilizar a las mujeres que la historia médica ha ignorado.
Y tú, ¿te animas a renombrar tu cuerpo?